La caída le hizo recobrar la razón, el sentido común, la cordura. Había fracasado, si, no lo logró. Sus esfuerzos, sus esperanzas en cambiar algo que no poseía remedio las creía en vano. Se equivocó, al querer emprender un trabajo de tales dimensiones el solo. No dependía esa tarea de un solo individuo. No podía lograrlo él únicamente. Su empresa fracasó. Reflexionó, pensó. Muchos antes que él lo intentaron con escasos resultados. Le faltaba la parte más difícil, la que nadie había logrado. El mundo necesitaba de sus esfuerzos, de sus esperanzas, las cuales deseaba difundir donde alcanzaran sus humildes palabras, las cuales reflejaban una realidad y marcaban una meta. Era demasiado sencilla la tarea y por ello tan complicada de desarrollar. No se veía la victoria en el segundo intento por su parte. Cada persona es diferente, es única, pero es imposible, se equivocó al plantearlo con estas palabras, se puede lograr, nada es inalcanzable. Debía conseguir una unidad global, inmensamente fuerte para lograr, lo que para él significaba todo. Muchos le apoyaron, y por ello otros tantos le odiaron. Cual fue su error, se preguntaba constantemente. Era todo perfecto y por ello tan imperfecto. No lo conseguía, era frenado siempre por mentes que se cerraban, que rechazaban sus ideas. Se hizo mayor, por tanto más débil. No se sentía con fuerzas para continuar aquella tarea que le había costado años y años y que casi ni había empezado. Su esfuerzo había conseguido prender esperanza y a nosotros, como a tantos igual a él, nos corresponde asumir esa difícil tarea para conseguir la victoria en el terreno de la convivencia y evitar la derrota que supondría no intentar alzar la mano a favor de la igualdad y la unidad.
La unidad es el triunfo de la esperanza, juntos debemos traspasar el camino que nos acerca al anhelo, y poder construir con deseo pacífico.