El árbol del dinero

El árbol del dinero

Mi amigo Edu y yo nos reunimos a las siete de la mañana.
- ¿Lo tienes?
- Claro, ¿y tú?
- Claro.
Así que nos dirigimos a la calle acordada, al árbol elegido. La calle, a esas horas de la mañana, ya contaba con algunas personas que, a paso ligero, se dirigían al trabajo o a sus hogares. Edu sacó de la mochila los pos-its y empezó a pegarlos a los billetes de diez que llevábamos ahorrando durante cinco meses. Cuando hubo acabado, saqué la cámara e hice un par de pruebas… Perfecto. Suficiente batería para esto. La dejé en un hueco de la pared con vistas ideales al árbol. Edu ya estaba colgando los billetes en él, y cuando acabó, nos camuflamos con nuestras gafas de sol en una esquina de la terraza del bar. A eso de las ocho amaneció y encendí el botón de grabado. En ese momento, la calle estaba llena de transeúntes que, demasiado ocupados en llegar puntuales a algún sitio, pasaban de largo ante el árbol en el que habíamos colgado los billetes. Tan, tan ocupados, que no se daban cuenta de que dejaban pasar ante sus narices diez euros. Al fin, un hombre de unos cuarenta años, calvo y gordo, que parecía hombre de negocios debido al maletín negro, se detuvo en nuestro árbol y cogió uno de los billetes. Primero leyó el pos-it:
- Hoy es tu día, disfrútalo.
El hombre se echó a reír. Guardó el billete con el pos-it y se alejó a paso ligero sin dejar de reír. Después de ese hombre, más gente se dio cuenta. TODOS cogían un solo billete y absolutamente TODOS conservaban el pos-it, dejando el resto para otra persona. Cuando ya no quedaron en el árbol más que sus propias hojas, apagué la cámara, me levanté lentamente y abrí mi cartera. Sonreí. Estaba vacía.